¿Cómo construimos la Ciudad?
He dudado varias semanas sobre si publicar o no reflexiones en torno a la contingencia política, en particular respecto a la crisis de la DC, pero al final del día siempre me ha dado mucha pero mucha lata. Así es que, inspirado nuevamente por los afilados y habitualmente certeros comentarios del ya mítico blog lamesadelcafe (salvo cuando la temática es el fútbol), me he dicidido a retomar un tema que creo tiene mayor trascendencia: cómo se están diseñando las políticas que determinan la fisonomía de la ciudad de Santiago.
La verdad es que el sesgo social de buena parte de estas políticas para mi es más que evidente (sugiero releer el artículo que escribí hace algún tiempo sobre el "clasismo en las políticas públicas"), ya que no encuentro otra explicación a la forma como se van resolviendo diferenciadamente, en términos de calidad y estética, problemas de naturaleza similar que afectan a distintos sectores de la ciudad. Los últimos ejemplos son más que claros: la planta de metrogas en Peñalolén para abastecer al sector oriente y, ahora recién, el diseño de los últimos tramos de Américo Vespucio, que, como no, respeta con excesivo celo el patrimonio urbanístico de Las Condes y Vitacura y desprecia el de todas maneras más interesante paisaje urbano de Peñalolén, La Reina y Ñuñoa. En todo caso esto no es nuevo y de ninguna manera atribuible solo al Ministro Bitrán, ya que decisiones anteriores demostraron una todavía menor sensibilidad por la calidad de vida de los vecinos de otras comunas más populares, que en muchos casos han visto disminuir el valor de sus propiedades y aumentar los niveles de delincuencia (ejemplo todo el sector de Santa Rosa con Vespucio).
Otro tema es la visión de la ciudad que hay detrás de las decisiones que se están tomando. El empeño acelerado de los responsables de la construcción de infraestructuras por hacer cada vez más carreteras urbanas, por perforar todos los cerros que sea necesario, intentando "mejorar los flujos", "disminuir los tiempos de traslado", "etc.", sin ninguna consideración por el efecto de estas obras sobre barrios verdaderamente patrimoniales (como Pedro de Valdivia Norte), no hace más que demostrar que aún persisten visiones técnicamente limitadas, ingenierilmente mediocres y arquitectónicamente cuestionables (...por alguna razón nuestras dos mejores universidades, la PUC y la Chile están cerca del lugar 400 en el ranking mundial), lo que junto a una deficiente organización de Estado, que sigue compartimentado, determina resultados que en el mediano plazo serán de seguro nefastos.
Me da la impresión que la responsabilidad sobre estos asuntos no es solo de los políticos, sino que es también del mundo de la empresa, de las universidades, de la sociedad que reacciona casi siempre tardíamente frente a situaciones que la afectan directamente. Por eso es que mi opción personal se ha estado decantando hacia la búsqueda de espacios de participación que permitan contrarrestar decisiones como las que he comentado, pero que por sobre todo permitan proponer nuevas visiones y fórmulas alternativas para resolver los mismos problemas, pero esta vez con respeto a la dignidad de la ciudad.